El viejo salón estaba sombrío y polvoriento. Llevaba años sin ser usado y el tiempo parecía haberse detenido en él.
La señora Wilson se paseaba con paso lento, recordando viejos tiempos. Su mirada se posó en un sillón rojo que ocupaba un rincón, cubierto por una sábana blanca.
Se acercó y la removió, sacudiéndola. El sillón mostraba signs de desgaste, pero se veía cómodo y acogedor.
Sonriendo para sí, la señora Wilson pensó que sería perfecto para su huésped. Tomó asiento en él para probarlo y se sentó a gusto. Aun era bastante confortable.
Decidida, la señora Wilson pidió a su hijo y a su yerno que ayudasen a mover el sillón al salón principal de la casa. Quería que su huésped especial pudiese disfrutar de él.
Al día siguiente, la señora Wilson recibió la visita de su vieja amiga, la señora Clark. Las dos amigas no se habían visto en años y tenían mucho de qué hablar.
La señora Wilson condujo a su amiga al salón principal, ansiosa por ver su reacción al sillón rojo. Los ojos de la señora Clark se iluminaron al verlo.
– ¡Oh, querida! – exclamó – **¡Es tan acogedor y confortable! ¿Verdad que fue una excelente idea traerlo aquí? **
La señora Wilson sonrió, complacida. Había adivinado perfectamente el gusto de su amiga.
Y así, el viejo sillón rojo encontró por fin un sitio en el que ser apreciado y disfrutado, gracias a la perspicacia y generosidad de la señora Wilson.
¿Y a qué se debe ese interés tuyo por un sillón para el rincón? ¿Hay alguna historia detrás?