La historia del sillón: un viejo mueble, una gran lección de amor

El viejo sillón se mascullaba y crujía cada vez que alguien se sentaba en él. Sus mullidos cojines se habían aplastado con el paso de los años y los brazos estaban raídos y desgastados.

Mi abuelo quería tirar el sillón y comprar uno nuevo, pero mi abuela se negaba en redondo. Para ella, ese sillón era como un viejo amigo que la acompañaba desde hacía décadas.

Un día, mi abuelo decidió probar suerte y intentó restaurar el sillón él mismo. Fue a una ferretería y compró resortes, tela, mimbrería y cuerdas para renovarlo. Durante semanas estuvo desmontando el sillón, reemplazando pieza por pieza y volviéndolo a montar con la pasión de un artesano.

Cuando terminó su trabajo, el resultado fue sorprendente. El sillón parecía casi nuevo, tan solo con la marca del paso del tiempo en sus maderas. Mi abuelo lo mostró orgulloso a mi abuela, que al verlo no pudo evitar las lágrimas. Había recuperado la juventud gracias al ingenio y esmero de su marido.

Desde entonces, no hubo un solo día en que mi abuela no se sentara en aquel sillón restaurado. Las manos hábiles de mi abuelo habían conseguido devolverle la vida y prolongar su existencia por muchos años más.

¿Conseguirá el sillón durar tanto como la feliz historia de amor de mis abuelos?

Esa es la pregunta resorte que me viene a la mente cada vez que me siento en él. Un resorte capaz de convertir un objeto viejo y gastado en un tesoro invaluable de recuerdos familiares.

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